jueves, 14 de febrero de 2013

LA HIPOCRECIA Y MENTIRA DEL VATICANO



La Iglesia no es un macropartido político ni una multinacional, como sostienen algunos, pero sí una institución humano-divina o divino-humana y, como tal, está sometida a las consiguientes luchas por el poder, que se tornan encarnizadas cuando un pontificado va llegando a su final. Es entonces cuando los distintos ‘partidos’ o ‘cordadas’ eclesiales se disputan la preeminencia y utilizan todos los medios a su alcance para imponer sus tesis. Eso sí, siempre ‘ad maiorem gloriam Dei’.
Desde el momento en que el Pontífice reinante da muestras de la más mínima debilidad, comienzan lo que en lenguaje eclesiástico suele denominarse “las santas hostilidades”: los ‘partidos’ se organizan, pululan los “grandes electores”, cada sector ocupa posiciones y comienzan a barajarse los nombres y los perfiles de los eventuales papables.
Sin propaganda ni carteles, siempre callada y sigilosamente, con prudencia y delicadeza, ‘sotto voce’, los principales candidatos afilan sus armas y se lanzan a una campaña sutil, pero intensa, en busca del poder-servicio. Tan intensa que, en este final de pontificado del Papa Ratzinger, el ‘Vatileaks’ (sucesión de escándalos y filtraciones, y hasta detenciones) ocupa las portadas de los medios de todo el mundo.
En la Curia romana hay dos grandes partidos: el de los diplomáticos, al que algunos llaman también ‘la vieja guardia’, y el de los ‘Bertonianos’.
Y es que ya San Bernardo de Claraval (1090-1153) adoctrinaba así a su discípulo cisterciense, convertido en pontífice con el nombre de Eugenio III, respecto a la Curia: “Son muy hábiles cuando obran el mal e incapaces de hacer el bien. Se les odia en el cielo y en la tierra, pero han extendido las manos hacia ambas cosas; son impíos con Dios y desvergonzados con las cosas santas; turbulentos entre sí, envidiosos de los que tienen al lado, sin compasión con los demás; nadie consigue amar a estos que no aman a nadie y, mientras presumen de ser temidos por todos, es inevitable que ellos mismos tengan miedo”. Y lo dice un santo tan santo como San Bernardo.
Diplomáticos vs. Bertonianos
Y las cosas parecen haber empeorado desde entonces. No es de extrañar que, en Roma, se suela decir que la Curia está dividida en dos mitades: los que tienen en sus manos las palancas del poder y los que esperan ansiosamente el cambio de turno. Algo que, como dicen los miembros de ambas mitades, tiene incluso su lógica evangélica y su mística primigenia, porque ya los doce se disputaban la preeminencia en el Reino y la colocación a la derecha o a la izquierda de Jesús.
Las cordadas, clanes o partidos colocan a sus peones y establecen sus respectivas estrategias. En estos momentos, en la Curia romana hay dos grandes partidos: el de los diplomáticos, al que algunos llaman también ‘la vieja guardia’, y el de los ‘Bertonianos’. El primero está formado por cardenales curiales procedentes de la carrera diplomática. Con dos capitanes: el anterior Secretario de Estado, Angelo Sodano, y el prefecto emérito de obispos, Giovanni Battista Re. Los dos dominaron la Curia durante el largo pontificado de Juan Pablo II y consideran que los suyos deben seguir haciéndolo, por el mayor bien de la Iglesia.
De hecho, la lucha encarnizada contra el jefe de filas del otro partido, el cardenal Secretario de Estado, Tarcisio Bertone, comenzó ya antes de que éste fuese designado oficialmente por el Papa para tan delicado puesto. Aducían y aducen que Bertone, un salesiano sin experiencia diplomática, no era el candidato idóneo para llevar las riendas de la sala de máquinas de la Iglesia.
Y más teniendo en cuenta que, dado que Benedicto XVI es un Papa teólogo y escritor, su Secretario de Estado tiene que suplirlo en las labores de gobierno de la Iglesia. Y, según ellos, el hombre capaz de hacerlo era el cardenal Re, pero no el pastoralista Bertone.
No hay entre ambos partidos grandes diferencias teológico-eclesiológicas, sino sólo de gestión del poder, del dinero y, especialmente, de la estrecha relación que el Vaticano siguen manteniendo con la economía y con la política italiana.
Pero el Papa se decidió por el salesiano y, desde entonces, saltaron las hostilidades. Para protegerse, el nuevo Secretario de Estado comenzó a laminar a los miembros de la cordada de los diplomáticos y a colocar a los suyos en los puestos de máximo relieve. Entre los miembros del partido bertoniano destacan los cardenales Versaldi, Bertello o Veglió. Entre los diplomáticos, además de los dos jefes de fila, figuran, por ejemplo, los cardenales Nicora, Viganó, Sandri o Tauran.
El partido de los pastoralistas
Desprestigiados por la herencia que le dejaron al Papa Ratzinger, especialmente en el caso del pederasta Marcial Maciel, fundador repudiado de los Legionarios de Cristo, los diplomáticos se crecieron a expensas de los errores de gestión cometidos por Bertone. De ahí que consiguiesen aglutinar, al menos temporalmente, a otros cardenales del partido de los ‘pastoralistas’. Es decir, cardenales italianos que no pasaron por la Curia romana, como Ruini, Tettamanzi, Bagnasco o el propio Scola, actual arzobispo de Milán.
Partidos italianos y para italianos, que son los que siempre han dirigido y mandado en la Curia. Y las típicas intrigas italianas en el fondo y en la forma. No hay entre ambos partidos grandes diferencias teológico-eclesiológicas, sino sólo de gestión del poder, del dinero y, especialmente, de la estrecha relación que el Vaticano siguen manteniendo con la economía y con la política italiana.
El Papa, al menos hasta el próximo mes de diciembre en que Bertone cumpla los 80 años, no quiere prescindir de su fiel amigo y leal colaborador desde hace varias décadas. A no ser que su secretario personal, monseñor Georg Gaenswein, que gana cada vez más terreno y se ha convertido en el asesor áulico del Papa, lo convenza para que deje caer a Bertone. No parece lo más probable, pues ambos están unidos por la misma desgracia: no poner coto a la cadena de filtraciones y de robo de documentos de las propias estancias papales.
El partido de los extranjeros
Ajenos a luchas e intrigas, los cardenales extranjeros. Los que no son de la Curia ni de Italia. La gran mayoría silenciosa, que asiste atónita a estas ‘italianadas’. Indignados por la mala imagen que transmiten de toda la Iglesia, en la era de la comunicación global, algunos comienzan a unir fuerzas para crear otra cordada que ponga coto a los desmanes de los italianos.
Para alcanzar el poder (incluso en la Iglesia) no se puede ir por libre. Si un curial decidiera mantenerse aislado, cortaría el cordón umbilical que le une a los demás y quedaría fuera de juego. Hay que luchar en red.
En el partido de los extranjeros fulgen con luz propia el cardenal Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa, el cardenal Odilo Pedro Scherer, arzobispo de Sao Paulo o Christoph Schönborn, arzobispo de Viena. Este equipo podría proponer a alguno de sus miembros o apostar por algún curial extranjero, como el africano Peter Turkson o al canadiense, Marc Ouellet.
Otros dos papables de garantías que, al menos por ahora, no han tomado partido públicamente por ningún bando, son los cardenales Ravasi y Piacenza. Ambos consideran que no ha llegado el momento de mover ficha, aunque el segundo podría tener muchas posibilidades de suceder a Bertone, si, finalmente, el Papa decide aceptarle la renuncia.
Subclanes y camarillas
Dentro de cada gran ‘familia’, hay diversos subclanes, corrientes, camarillas y lobbys. Por ejemplo, el clan cercano al Opus Dei. O el de los vinculados a Comunión y Liberación. O los relacionados con los Caballeros de Colón. O la cofradía curial (a la que también se le llama ‘masónica’, no porque sus miembros pertenezcan a la francmasonería, sino porque se trata de una estructura y de una gestión del poder que reclama la articulación y los métodos de la masonería), de la que forman parte toda una serie de cardenales, obispos, prelados y seglares, que luchan contra las aspiraciones hegemónicas del Opus Dei.
Y es que, para alcanzar el poder (incluso en la Iglesia) no se puede ir por libre. Si un curial decidiera mantenerse aislado, cortaría el cordón umbilical que le une a los demás y quedaría fuera de juego. Hay que luchar en red. Y la red arrincona a los no asociados y les deja fuera de combate. Los curiales tienen que elegir familia adoptiva y jefe, al que prestan máxima atención y tributan un homenaje incondicional. De palabra y de obra tienen que dar muestras de máxima fidelidad al clan. Todos para uno y uno para todos. De ahí que los dignatarios de la Curia pertenecientes a los dos clanes vayan subiendo en racimos, como las cerezas, en un hábil juego de contrapesos, para repartir el poder y mantener el equilibrio entre las dos grandes corrientes y los personajes de los dos clanes contrarios.


El Papa Joseph Ratzinger tomo una decisión sufrida pero inteligente con su renuncia, que abre una fase inédita en la historia milenaria del pontificado.
Ya había avisado más de una vez, la última hace un año, que cuando no se sintiera con fuerzas para cumplir su misión apostólica dimitiría.
Lo ha hecho desdramatizando, un gesto que es igualmente traumático, pero sin las connotaciones trágicas del antecedente de Celestino V, hace muchos siglos.
Benedicto XVI pasa a la historia incluso por ese solo gesto “que cambia radicalmente el rostro del pontificado“, según dijo la teóloga italiana Marinella Peroni.
La gran cantidad de información sustraída del Vaticano, y el espionaje a sus miembros , podría ser la causal de la renuncia del Papa.
Ya que se lo acusa de encubrir “casos oscuros de las operaciones de la Iglesia”, el más obvio parece ser caso de pedofilia, de algún miembro de la iglesia.
Así como el fuerte avance de los Iluminatis en las campañas de medios.
Una parte de refiere a Don Giacomo Ruggeri  , cura acusado de pedofilia y protegido supuestamente por el Vaticano.
Las otras informaciones tienen que ver con el financiamiento de la Caída del Obispo Lugo en Paraguay financiado por el Vaticano y por  “miembros de la iglesia Católica Argentina”.
Asimismo el espionaje que habria tenido el complot de “Cardenales” puede ser la causal final de presion de la dimision de Benedicto XVI .
Paolo Gabriele, exmayordomo papal juzgado por robar y filtrar a la prensa documentos confidenciales de Benedicto XVI, estuvo durante años obsesionado por la masonería y los servicios de inteligencia, según dos testigos.
El escándalo va camino de convertirse en un best-seller de verdad, dejando en humo de paja las novelitas de Dan Brown. Los hechos se remontan casi un año atrás, cuando el entonces administrador del Vaticano, monseñor Carlo Maria Viganò, fue relevado de su cargo y enviado a Washington como nuncio apostólico por denunciar ante el Santo Padre la creciente corrupción tolerada por Bertone.
Al menos eso ha revelado uno de los “cuervos” (confidentes) del Papa en el diario turinés “La Stampa”.
Según este “topo papal” la curia vio en la derrota de Viganò una victoria de Bertone y se alió con el cardenal. Entonces, el Papa decidió protegerse y convocó a cuatro hombres y una mujer de su entera confianza en una conjura para destapar las artimañas de Bertone y sus aliados, explicaba ayer en una entrevista la “espía” del Papa en otro periódico. La delatora añade que entre los llamados “cuervos” hay también cardenales, prelados, laicos y religiosos empeñados en defender al Papa de sus “enemigos”.
Una red de agentes secretos que combate contra quienes consideran al Sumo Pontífice un estorbo. De momento, la trama se ha cobrado dos víctimas, ambas del “bando papal”: el mayordomo de Benedicto XVI, Paolo Gabriele , detenido la pasada semana por filtrar documentos secretos y cuyo papel parece el de chivo expiatorio, y el presidente de la banca vaticana, Ettore Gotti Tedeschi, íntimo amigo del Papa, defenestrado el pasado jueves por “gravísimos” errores de gestión.
El complot promete más si cabe por el secretismo que envuelve a una institución milenaria. Pero que nadie se rasgue las vestiduras: guerras vaticanas ha habido miles.
“Complot contra el Papa, en 12 meses morirá.”
Así de dramático fue el título de tapa del diario de izquierda Il Fatto Quotidiano, que publicó ayer en exclusividad una carta anónima entregada hace un mes a Benedicto XVI. Al parecer auténtica, la misiva advierte sobre un presunto “mordkomplott”, una trama de muerte en su contra “en los próximos 12 meses”.
Fechado el 30 de diciembre de 2011, el documento fue entregado, en los primeros días del mes pasado, al Papa y al secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, por el anciano cardenal colombiano Darío Castrillón Hoyos, un prelado ultraconservador.
Escrito en alemán y con la leyenda de “estrictamente confidencial para el Santo Padre”, el texto indica que durante un viaje a China que hizo el año pasado, el cardenal italiano Paolo Romeo, arzobispo de Palermo (Sicilia), advirtió sobre la cercana muerte del Papa. “Muy seguro de sí mismo, Romeo ha profetizado la muerte del papa Benedicto XVI en los próximos 12 meses”, indicó la carta.
“Las declaraciones del cardenal fueron expuestas por una persona, probablemente informada, acerca de un serio complot delictivo, con tal seguridad y firmeza que sus interlocutores en China han pensado, con horror, que se está programando un atentado contra el Santo Padre”, agrega.
“Se trata, evidentemente, de delirios tan increíbles que no hay que tomar para nada en serio”, dijo el padre Federico Lombardi, vocero de la Santa Sede, quien desmereció la noticia y aseguró que no hacía falta ni comentarla.
De todos modos, y como no podía ser de otra manera, a pesar de la resistencia vaticana, la noticia dio la vuelta al mundo.
Además de hablar de un “complot delictuoso” contra el Pontífice, que en abril cumplirá 85 años, la carta anónima denuncia internas palaciegas en el seno del Vaticano.
“La relación entre el Santo Padre y su secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, sería muy conflictiva. En una atmósfera de confidencialidad el cardenal Romeo dijo que el papa Benedicto XVI odiaría literalmente a Bertone y que lo reemplazaría con ganas por otro cardenal”, puede también leerse en la carta anónima.
Además, la misteriosa misiva asegura que el Papa ya prepara su sucesión, en la que aparece como candidato número uno para reemplazarlo el cardenal Angelo Scola, de 70 años, actual arzobispo de Milán y ex patriarca de Venecia.
“En secreto, el Santo Padre se estaría ocupando de su sucesión y ya habría elegido al cardenal Scola como idóneo candidato, porque es más cercano a su personalidad”, indica el texto, que también subraya que Scola y Bertone se llevan pésimo.
El cardenal Romeo, con una larga carrera diplomática sobre sus espaldas -fue nuncio (embajador) del Vaticano ante Italia y estuvo en Filipinas, Venezuela, Colombia, Ruanda y Canadá-, consideró, en un comunicado, “sin fundamento” lo que se le atribuye en el documento publicado por Il Fatto Quotidiano.
“Aparece tan fuera de la realidad que no debe ser tomado en consideración”, indicó el prelado, que por otra parte confirmó que el año pasado hizo un viaje privado de cinco días a China.
Castrillón Hoyos, de 82 años, en cambio, prefirió el silencio. Oriundo de Medellín, Castrillón Hoyos es recordado por haber estado al frente de la comisión Ecclesia Dei, que se ocupaba de intentar un acercamiento con los lefebvrianos. Al respecto, el prelado colombiano jamás le señaló al Papa el peligro que representaban las posiciones antisemitas del obispo Richard Williamson, cuando le levantó la ex comunión, en 2009.
Castrillón Hoyos también fue noticia cuando, en medio del escándalo por los casos de pedofilia en el clero, en abril de 2010, salió a la luz una carta que había escrito en 2001, siendo prefecto para la Congregación de los Obispos, en la que felicitaba a un obispo francés por no haber denunciado ante las autoridades civiles a un sacerdote abusador.
Muchos vaticanistas que analizaron la epístola anónima salida a la luz dijeron que su contenido era “confuso” y “ridículo”, a pesar de haber coincidido al considerarla “auténtica”.
La carta, en efecto, dice en una parte que Romeo se habría presentado a sí mismo en China como parte de una “troika”, junto al Santo Padre y Scola, actor fundamental en la toma de decisiones del Vaticano.
Es muy posible , con el ascenso del nuevo Papa,  se muestre un fuerte cambio en la posición del la iglesia sobre aspecto como la homosexualidad y las parejas GAY.  Para la suspicacia, se conoció su dimisión en el primer día de Carnaval, cuyo significado son los 40 días de ceniza donde Satanás vaga por la tierra y la gente se disfraza para no ser llevado al infierno… el Carnaval comienza el domingo de quincuagésima, prosigue el lunes y martes de carnestolendas, y  finaliza el miércoles de Ceniza, primer día de la Cuaresma, donde el pecador debe iniciar su arrepentimiento.
Pero como el hombre no sólo es pecador, sino reincidente, la Iglesia señalizaba este hecho permitiendo que el primer domingo de Cuaresma se reanudara el Carnaval. Ese día se recuerda, además, las tentaciones que sufrió Jesucristo por parte del demonio y se lo denomina Domingo de Tentación. Es decir, que el mismo Cristo estuvo al borde del pecado.
Pero, naturalmente, por su extraordinaria fe supo vencer las demoníacas seducciones. Luego del Domingo de Tentación, continúa la Cuaresma, en la cual el hombre cristiano debía efectuar una vida de contrición con ayunos y abstinencias hasta llegar a la Semana Santa y, por último, al Domingo de Resurrección, donde finaliza la Cuaresma y comienza la liturgia del triunfo de Cristo.

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